María era muy lista y su marido Juan muy tonto. Así que cuando le mandaba a un recado, le hacía repetir el encargo durante todo el camino para que no se le olvidase. Pero un día María necesitaba que Juan llevase la vara del carro al carpintero para arreglarla, así que se la dio y le dijo lo que tenía que recordar que era esto:
-La vara es demasiado fina.
Ella pensaba que el carpintero entendería así que tenía que esforzarla, así que Juan se puso en camino repitiendo:
-La vara es demasiado fina, la vara es demasiado fina…
Y acertó a pasar por un sitio donde unos ladrones estaban robando y apaleando a un hombre. Y Juan repetía para no olvidarse:
-La vara es demasiado fina, la vara es demasiado fina…
Los ladrones se fueron y el hombre, enfadado porque creyó que Juan les decía a los ladrones que le pegasen con una vara más gorda, le dio una paliza.
-Pues, ¿cómo quiere usted que diga?-le preguntó Juan.
-Que la vara era muy gorda-dijo el hombre.
Juan se fue al carpintero repitiendo:
-La vara es demasiado gorda, la vara es demasiado gorda…
Así que el carpintero hizo lo contrario de lo que quería: afinó más la vara del carro. Y cuando Juan llegó a casa con la vara, que ya no servía para nada, María se lamentó:
-¿De qué me vale un marido tan tontísimo?
Irene
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